viernes, 22 de mayo de 2009

12. POSMODERNIDAD: RASGOS DISTINTIVOS DEL MUNDO E INDIVIDUO POSMODERNOS

I. POSMODERNIDAD. ¿Qué es?
Se trata de un cambio en el modo de penetración hacia la verdad de lo real por parte del ser humano.

I.I POSMODERNIDAD: ¿FIN DE LA MODERNIDAD?
Para connotados investigadores actuales hay serios indicios de que la modernidad ha terminado, de que no ha sido una época privilegiada, sino tan transitoria como cualquier otra; algunos tienen incluso la audacia de ponerle fecha a dicho término. Se dice que habría ocurrido en 1970, después de finalizado el movimiento estudiantil de París en 1968, que sería la última de las utopías modernas, la de la imaginación al poder, empezando desde ahí una nueva época, la llamada posmodernidad. Algunos dicen que por ser dicha posmodernidad algo nuevo, también debería incluirse en la modernidad, dado que la esencia de la modernidad es no estar vuelta hacia la tradición, sino hacia toda la novedad. (Roa, 1995: 39)

I.II ¿CONTRARIO A LA MODERNIDAD?
Muchos investigadores no aceptan esto último. Aseguran por el contrario que lo posmoderno tiene individualidad propia hasta el extremo de que habría sido el contrapunto de la modernidad a lo largo de toda su historia. (Roa, 1995: 39) No obstante, para la mayoría de los teóricos de la posmodernidad, ésta, como señalamos, habría empezado en décadas recientes y no se caracterizaría por ser algo nuevo, en cuyo caso sería otra vez modernidad; sería algo completamente distinto. (Roa, 1995: 40)

I.III ¿POR QUÉ APARECE?
La posmodernidad habría aparecido tal vez por fatiga luego de tres siglos de incesantes transformaciones cada vez más aceleradas sobre todo en las ciencias y el arte. A pesar de lo positivamente asombroso de sus resultados, en el fondo no han hecho feliz a nadie ni han mejorado la conducta humana como lo muestra la serie de horrores sucesivos a partir de la Primera Guerra Mundial, la violencia reinante en las ciudades, el terrorismo, la corrupción política, el caótico relativismo ético. Se habría perdido entonces el deseo de ahondar en la realidad del hombre como ser individual y social y se miraría con escepticismo la fe en la razón. (Roa, 1995: 40)

I.IV EL HORIZONTE DE LA POSMODERNIDAD
La posmodernidad es un movimiento surgido al azar espontáneamente y en ningún caso venido de grandes teóricos como los propulsores de la modernidad. Los pensadores que se ocupan de la posmodernidad tratan de definirla, interpretarla, diferenciarla pero no son sus creadores. Los posmodernos no andan tras la trascendencia espiritual, la comunión con la naturaleza o la búsqueda del reino milenario, como los hippies que eran todavía modernos, sino que deambulan por las superficies, sin interés esforzado por encontrar ideas globales recias respecto al destino último, ni siquiera ellos mismos. Una frase popular que se ha hecho clásica da una idea bastante aproximada de lo que pudiera ser posmoderno: “¡No estoy ahí con nada; no pesco nada, nada me toca, no estoy ni ahí!” (Roa, 1995: 55)

Problemas bioéticos como el uso de tejidos de embriones, la fertilización asistida, la manipulación del genoma humano, su clonación y el hecho de que ello ocurra, no provocan una necesidad de definirse ante el destino del hombre, sino más bien desengañan de la dignidad del hombre defendida antes por la modernidad, pues ahora todo es posible, desde luego crear hombres a repetición en cualquier laboratorio; ya no hay líneas demarcatorias entre el bien y el mal, y las decisiones se toman en acuerdo a lo que conviene; así lo sagrado de la vida humana no aparece por ninguna parte, y en ese sentido tres siglos de denodados esfuerzos filosóficos, científicos, artísticos por descubrir los tesoros íntimos de la razón y la libertad, de hecho no han conducido a nada según los posmodernos. De ahí deriva casi naturalmente el que no valga la pena esfuerzo alguno por conquistar nada difícil, por vivir con altura, por sufrir nada. (Roa, 1995: 56) No se trata de un tedio aperplejante ante la existencia, como el Baudelaire, uno de los propulsores de la era moderna, o de un pesimismo como el de Leopardo y Schopenhauer, que era un contrapunto a fondo a la modernidad en auge, sino un simple desengaño respecto a todo el hombre, hombre cuya naturaleza no valdría la pena profundizar. (Roa, 1995: 56)

Siendo lo posmoderno una especie de estado de alma, un desencanto con la modernidad, una ideología, lo único que puede desengañar al alma es el placer sexual, pues se muestra con una evidencia inmediata y no ata a ningún esfuerzo; incluso para dejarlo en estado puro se lo desliga del afecto y del amor, que pueden conducir a nuevos desengaños. Se convierte en un “sexo a la carta”. Como el sexo resulta más esplendoroso cuanto más joven y bello es el cuerpo –en lo cual se coincide curiosamente con la modernidad-, se hace preciso esmerarse en su cuidado; un cuerpo joven y hermoso en cuanto fuente irremplazable de placeres, proporciona una autoestima que no concede ningún otro bien espiritual. (Roa, 1995: 57)



II. LYOTARD TRATA DE RESPONDER: ¿Qué es lo posmoderno?
Lyotard opina que lo posmoderno sí forma parte de lo moderno. Lo posmoderno lo concibe como aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable. (Lyotard, 1995: 25)

II.I EL ARTISTA POSMODERNO
Un artista, un escritor posmoderno, están en la situación de un filósofo: el texto que escriben, la obra que llevan a cabo, en principio, no están gobernados por reglas ya establecidas y no pueden ser juzgados por medio de un juicio determinante
Posmoderno: comprender según la paradoja del futuro (post) anterior (modo). (Lyotard, 1995: 25)



III. MODERNIDAD
Hay varias contradicciones entre autores acerca de modernidad y posmodernidad. Es una gran disputa actualmente determinar si la modernidad ha terminado o no y si ella es diversa de la posmodernidad o, si al revés, la posmodernidad es sólo uno de los tantos modos de darse la modernidad. (Roa, 1995: 13)

III.I COMIENZO DE LA MODERNIDAD
La modernidad comienza en los albores del siglo XVI y ya se venía asomando desde los siglos XIV y XV. (Roa, 1995: 13)
En el siglo XV se produce la separación absoluta del mundo religioso y del mundo secular, quedando este último entregado al mero conocimiento y querer de los hombres, con lo cual nace la época histórica designada con el nombre de modernidad, y que en su aurora en el siglo XV ya se anuncia como la vía moderna de aproximarse a lo real, en oposición a la llamada entonces por los doctos vía antiqua, la propia de la Edad Media. (Roa, 1995: 16) Desde la partida nace con la pretensión de ser siempre nueva, siempre moderna, no reconociendo para la verdad más autoridad que la del hombre mismo capaz de autodarse métodos estrictos para conseguirla, y respecto a las normas de conducta, no reconociendo tampoco otra autoridad que la de su propia conciencia autónoma, también capaz de mirar y reflexionar dentro de sí para saber cómo conducirse. (Roa, 1995: 17)
En las últimas décadas, la fe absoluta en lo moderno ha experimentado una abrupta crisis, abriendo paso a la querella entre los llamados modernos y posmodernos. (Roa, 1995: 17)

III.II ORIGEN DEL NOMBRE: LA MODA
La palabra moderno, como se sabe, deriva de la voz modo, y modo o moda es lo que está de paso, a la espera de la aparición de algo todavía más nuevo y así hasta el infinito. El hombre moderno vive devorado por el afán de novedades. Típicas de la modernidad son las vanguardias, sobre todo en pintura y literatura. (Roa, 1995: 23)

III.III ASPIRACIONES EN LA MODERNIDAD
En ésta época moderna ningún hombre querrá ser visto como permaneciendo en el ayer, como anticuado, sino en la avanzada de lo que se estila, se piensa o se quiere. (Roa, 1995: 23)

III.IV ETNOCENTISMO MODERNO
La modernidad ha sido en general etnocéntrica, pensando que la cultura europea y norteamericana es la cultura superior y, en consecuencia, que los otros pueblos, si desean avanzar, deben asimilarse a ella; tal modo de enjuiciar las culturas deriva de los postulados anteriores, pues si la trascendencia de la razón y de la libertad para crearse mundos autónomos en incesante novedad se ha considerado esencial para la adultez humana por primera vez en Europa, es porque ahí el hombre ha madurado antes, y es lógico entonces que todo pueblo mida su estado evolutivo en referencia a eso. (Roa, 1995: 37)

III.V MODERNIDAD ACTUALMENTE: SITUACIÓN DE OCCIDENTE
Hoy en todo Occidente, se encuentra indefinido si la historia sigue siendo moderna, como lo ha sido desde el siglo XVII, o si la modernidad se ha agotado, entrándose en otra etapa, aún no bien definida, que se ha dado en llamar posmodernidad. (Roa, 1995: 19)



IV. MODERNIDAD VS. POSMODERNIDAD: Diferencias fundamentales
IV.I LO MODERNO: CONVICCIONES
Lo propio del hombre a partir del siglo diecisiete y más aún del dieciocho, es la posesión de una serie de convicciones que constituyen lo llamado moderno –palabra popularizada por Juan Jacobo Rousseau-, convicciones centradas, en cierto modo, en torno a lo siguiente:
-La creencia absoluta en la exclusividad de la razón para conocer la verdad, debiéndose sospechar de todo conocimiento venido de la fe, de la tradición, de la mera intuición no comprobada.
-La aspiración a que tales conocimientos se traduzcan en fórmulas de tipo físico matemático, que cualquiera pueda comprender fácilmente y que por eso mismo marquen el máximo de objetividad, pues todo lo meramente subjetivo es desechable por ajeno a lo real que a su vez es lo común a todos los hombres.
-El concepto de que lo real no sólo es lo susceptible de matematizarse, sino también de ser comprobable experimentalmente según métodos rigurosos.
-El postular la libertad incondicionada del hombre para regir su destino. El concepto de autonomía, o sea, de darse cada hombre sus propias normas éticas, será fundamental.
-El creer que la infelicidad humana deriva hasta ahora del empañamiento de la razón por las supersticiones –entre ellas las creencias religiosas-, lo que ha hecho imposible el gozo de la libertad, la configuración autónoma del propio destino.
-La creencia en la superioridad absoluta del hombre por sobre todos los otros seres de la creación
-El pensar que la democracia es la forma mejor de construir una sociedad para seres de esta clase. (Roa, 1995: 21)
Esta época es iniciada con Galileo y Descartes. Por primera vez en la historia de los pueblos se desea ignorar la tradición de la manera más radical para poner la vista en el futuro. (Roa, 1995: 23)

IV.II ADAPTACIÓN DEL HOMBRE A LAS NUEVAS PERCEPCIONES
El hombre se ha acomodado rápidamente a los nuevos modos de percibir la realidad, sin extrañar los modos anteriores, mostrando con eso una especie de fidelidad natural a su confesada declaración de ser moderno antes que nada, de adaptarse de inmediato y con alegría a lo nuevo. El afán de valerse por sí mismo, con autonomía, sin auxilio alguno de poderes extraños, ha llevado paso a paso al secularismo, es decir, a considerar que el destino último se juega y vive acá abajo y que en última instancia sólo debemos rendir cuentas del empleo de nuestra vida a nosotros mismos o a nuestros contemporáneos. Ha sido el modo de pensar de hombres estimados progresistas e interesantes. (Roa, 1995: 24) El hombre moderno ha procurado explicarse su origen en la tierra como resultado de un proceso natural, de una evolución. (Roa, 1995: 24)

IV.III DUALIDAD MODERNA
La modernidad supone que todo lo dado se expresa en una realidad dual; así separa sujeto y objeto, alma y cuerpo, supraestructura e infraestructura, etc. siendo todo a la postre susceptible de ser conocido, pero con perseverantes esfuerzos de profundización. (Roa, 1995: 29) La separación alma-cuerpo deja al cuerpo como una simple máquina susceptible de ser conocida y manejada por la físico-matemática; por tal vía, el alma creadora de dicha físico-matemática llegará a tener, algún día, según se espera, el manejo total del cuerpo. Este se supone entonces al servicio del alma. En este esquema alma-cuerpo de la modernidad, se aprecia una de sus constantes: que el alma, cualquiera concepción que se tenga de su esencia, materialista o espiritualista, es lógicamente la que domina al cuerpo que es su objeto más próximo de manejo. (Roa, 1995: 29) En cuanto al sujeto, su constitutivo básico, según los modernos es la razón, razón que se piensa como el poder de abarcar los objetos en conceptos físico-matemáticos que son validos por ser comprobables por cualquiera. (Roa, 1995: 30)

IV.IV DESHUMANIZACIÓN EN LA MODERNIDAD
La modernidad ha enriquecido al hombre con la conquista de las ciencias y simultáneamente lo ha empobrecido porque lo ha deshumanizado: el amor, al imaginación, los sentimientos, los deseos, las ambiciones, o sea lo que constituye la trama viva de la existencia y la vuelve dramática pero que no es matematizable, se ha considerado de segundo orden para la ciencia y sólo de interés privado para la persona singular y para nadie más. Es decir, la alta calidad de sujeto la tiene el hombre en cuanto observador, experimentador, cuantificador, teorizador, dominador y transformador de lo real, siempre que eluda el peligro de subjetivizar su subjetividad, o sea, su papel de sujeto; así, paradojalmente, el sujeto de carne y hueso de que hablaba Unamuno se ha convertido en un observador abstracto, en casi un aparato de registro. (Roa, 1995: 30)

IV.V FE MODERNA
Hay una fe moderna en el poder del hombre para cambiarlo todo. Las ideologías son representantes típicos de los ideales de la modernidad, pues muestran por otra vía la fe ciega del hombre en sus creaciones mentales y en potencia de éstas para transformar la realidad. Se ve ahí el poder del mundo de dentro de la mente para dominar el de afuera, y en fin esa tendencia ya mencionada a dividirlo todo en pares, de los cuales uno, el que representa al yo individual, racional, consciente y autónomo, acaba subordinando al otro. (Roa, 1995: 35)

IV.VI ACTITUD MODERNA
Propio de la modernidad es estar siempre en actitud tensa, acechante, profundamente reflexiva frente a cuanto abarca. (Roa, 1995: 36) La modernidad tiene una actitud de explorar la conciencia, ver hasta dónde llega su campo, su riqueza íntima, su fuerza constructiva. (Roa, 1995: 36)

IV.V HOMBRE MODERNO VS. HOMBRE POSMODERNO
Un rasgo característico encontrado por aquéllos que investigan la época es que todo aquello que los hombres modernos realizan, lo viven con extrema responsabilidad, como si del peso de lo que hacen dependiese casi el curso de la historia. (Roa, 1995: 36) En contraste tenemos al hombre posmoderno cuyo sello es la ligereza; la falta absoluta de pretensiones de trascendencia.

IV.VI ALGUNOS CARACTERES DEFINITORIOS DE LA POSMODERNIDAD
a) Pérdida de vigencia de las ideologías, de los metarrelatos y de todo interés por lo teórico, por lo ajeno a la utilidad inmediata.
b) La realidad para el posmoderno ha dejado de ser un valor de uso, cuyo descubrimiento, contemplación y manejo enriquece la vida de los hombres, para convertirse en mero valor de cambio, similar al dinero, en algo que vale en la medida que pueda ser cambiado por otra cosa. Los términos valor de uso y valor de cambio son empleados por los posmodernos casi en el mismo sentido de Marx. Lyotard dice: “El antiguo principio de que la adquisición del saber es indisociable de la formación del espíritu, e incluso de la persona, cae y caerá todavía más en desuso…Deja de ser en sí mismo su propio fin, pierde su `valor de uso`.
c) En la ética, preocupa sólo la casuística, resolver en acuerdo al buen sentido o a la opinión mayoritaria cualquier situación concreta, dejando de lado el análisis de principios o teorías. Pareciera que todo da igual y es cuestión de mero agrado o de liberalidad decidirse por esto o lo otro. Relativismo cambiante y sin coherencia en la conducta adoptada para las diferentes situaciones. Sólo importa lo que es más cómodo de cada una de las situaciones.
d) Búsqueda primaria de lo hedónico. No se consideran las consecuencias remotas de lo que se hace. Entrega abierta por lo mismo al consumismo en cuanto entretenida fuente de poder sin problemas. Vivir al crédito sustituye la anterior mentalidad moderna de privilegiar el ahorro.
e) Percepción de la realidad en superficie, donde el límite de todo aparece difuminado, sin que preocupe demasiado la precisión de áreas de conocimiento, de profundización o de acción.
f) Poco respeto por la vida en sí, la cual ya no se mira como sagrada, sino más bien bajo el aspecto de proporcionar agrados y placeres. La vida humana sólo tiene calidad de ser gozada, pero de ningún modo vale incondicionalmente; de aquí el postulado ético de la calidad de vida defendido por la posmodernidad, que sustituye a la sacralidad de la vida, propio de la modernidad y de épocas anteriores. En la posmodernidad en todas partes se habla de derechos humanos, derecho al manejo del propio cuerpo, derecho a gozar de la individualidad sexual que se posee, sea homo o heterosexual, derecho a crear vida humana por vías artificiales, derecho a disponer de los órganos del cadáver, etc. Se reclama si se vulnera el más pequeño de los derechos, y de hecho suena mal hacerle presente a alguien sus deberes. La posmodernidad maximiza los derechos y tiene una mirada benévola, comprensiva, silenciosa para las evasiones de deberes,
g) La meta de la existencia no es su realización heroica sino su trivialización, su no crear problemas, el dejar transcurrir el tiempo sin mayores preocupaciones.
h) La clásica diferencia sujeto-objeto, típica de la modernidad, se esfuma: no hay ya un sujeto, el investigador, que como observador imparcial estudia su objeto, sino que, sobre todo en las tecnociencias, lo que correspondería antiguamente al objeto se vuelve activamente sobre el sujeto, lo modifica y lo cambia. En la modernidad el hombre adquiere dominio sobre la naturaleza y la usa a su gusto, en cambio en las técnicas posmodernas, con la aparición de la informática, de la televisión, etc., el supuesto objeto creado se vuelve sobre el sujeto creador y lo influye por dentro, recreándolo en cierto modo. Los progresos de la informática, de la televisión, cambian las conductas, los modos de pensar, los proyectos, sin que en un cierto instante se pueda decir, frente a una manera de ver la realidad, cuánto pertenece al hombre y cuánto a las tecnologías, y ello hasta el modo de concebir al mundo y al hombre mismo. En el fondo, resulta dificilísimo distinguir en un momento dado quien es sujeto y quien es objeto. De ahí que, de acuerdo con Lyotard, pudiéramos decir que el sujeto se ha hecho inmanente al objeto, siendo difícil distinguir entre uno y otro, pues de repente es el sujeto el que cabalga al objeto y lo dirige, de repente es el objeto el que cabalga al sujeto y lo maneja.
i) Con la progresiva desaparición del binomio sujeto-objeto, típico de la modernidad, que partía de la base de que el objeto de investigación era una realidad con su propia identidad maciza, dicha realidad empieza a volatilizarse, a perder sus contornos, a no distinguirse claramente incluso de las realidades creadas por la imaginación que son propias del arte y de la poesía. Una serie de factores, entre otros la física cuántica, la sociedad industrial avanzada, la informática, ha llevado a debilitar la antigua macicez de lo objetivo y a disminuir al extremo la distancia entre dicha realidad y la realidad fantaseada, y así a la fantasía le ha sido más fácil impregnarlo todo, constituyéndose ello en una de las caracterizaciones de la posmodernidad; se asiste así a una especie de estatización de la vida La posmodernidad procura mostrar así que el ser se configura de infinitas maneras a través del tiempo, no pudiendo la nueva configuración sustituir a la anterior, pues la anterior puede ser tan perfecta o valiosa como ella. (Roa, 1995: 47)



V. INDIVIDUO POSMODERNO: Valores
Hoy ni siquiera se habla, como en la época de Kant, de autonomía ética que la voluntad humana descubre en el fondo de sí y cuyo ideal de conducta es el mismo para todos, sino de valores con vigencia sólo para la propia persona y por lo tanto en extremo relativos. De ahí que el final del siglo, al pasar de la modernidad a la posmodernidad, nos encuentre con un vigoroso desarrollo de la ciencia y de la técnica, con la posibilidad incluso de hacer del hombre lo que se quiera a través del manejo del genoma, y sin embargo, con una escuálida presencia de la ética, en circunstancias de que sin una ética a la altura de la ciencia, el hombre corre el serio riesgo de trivializarse y perecer. Por eso personalidades notables afirman que este último decenio del siglo, o es el de la resurrección de la ética o el hombre se convierte, siguiendo a la posmodernidad, en algo arrinconado en su mera superficie, pero sin identidad. La ética es el fondo dinámico de la conciencia, su último fundamento; por eso, alcanzar una imagen auténtica del hombre equivale a reconstruir su imagen ética. La ética es la dignificación de sí y del otro, lo que lleva a cada hombre a realizarse libremente a lo largo de la existencia, ayudado por todos los demás hombres. Esto, para que no sea un mero deseo, sino una realidad, exige trascender almas ajenas, ver o conveniente para uno y para ellas; sin embargo, modernidad y posmodernidad coinciden en la creencia casi supersticiosa en que el hombre vive en la inmanencia, encerrado dentro de sì, incapacitado por sí mismo de trascender a los otros y menos a posible seres superiores como Dios. La ética tiene que esforzarse entonces por libertar al hombre de las pesadas responsabilidades que le puso la modernidad y de la volatilización en que lo tiene la posmodernidad. (Roa, 1995: 61)

V.I ESCENARIO
Es preciso construir una imagen humana más consistente y cercana a su realidad, rescatando además y llevando adelante todo lo de positivo y creador que en todos los órdenes han tenido la modernidad y la posmodernidad; es el legado tremendamente urgente que el siglo XX deja a la concepción del hombre. Al mirar sus límites, al darse cuenta de los inmensos poderes que a ciencia y la tecnología ponen en su mano, al divisar la posibilidad de quedarse abatido en la soledad si todo esto no o sabe usar con racionalidad ética, es muy posible que se apodere de su encomiable espíritu investigador esa virtud primordial, aquello que Aristóteles llamó prudencia y de la cual ha carecido muchas veces a lo largo de la historia.



VI. POSMODERNIDAD Y TECNOLOGÍA
La posmodernidad muestra un vital interés por la tecnología y por los comportamientos pragmáticos, sin envolverlos en justificaciones teóricas, en teorías filosóficas. Hay interés por la ciencia en cuanto favorece a la técnica. La ciencia deja, sin embargo, de ser mirada como liberadora del hombre, para convertirse en fuente de productividad y consumo. (Roa, 1995: 51)
El interés por la tecnología e incluso por la ciencia, que es algo preponderante en el posmoderno, se justifica, en cuanto a ellas dan origen a bienes que facilitan una vida placentera e intrascendente, y porque, según se cree, eximen de compromisos con verdades absolutas, con metarrelatos a los cuales de otro modo se estaría obligado a adherir. (Roa, 1995: 51)
El posmoderno en ningún caso verá en la ciencia algo redentor del hombre, como pensó el siglo XIX y en general toda la modernidad, sino algo útil, fuente de técnicas creadoras de una vida cada vez más atractiva y placentera. (Roa, 1995: 52)
El hombre siempre ha sido técnico: ha aprovechado lo que la realidad a la mano le proporciona para elaborarlo y convertirlo en un útil que le permite manejar mejor dicha realidad: pero antes se trataba de una técnica artesanal, que de ningún modo ocultaba, y menos reemplazaba o mutaba, a ese ente macizo, a ese universo impresionante con que se encuentra el hombre al venir al mundo. (Roa, 1995: 52)
La técnica actual, al contrario, está penetrada por la ciencia, enraíza en la ciencia, y es algo abiertamente diverso de aquella técnica artesanal. (Roa, 1995: 52)

VI.I UNA NUEVA FORMA DE MIRAR: POSMODERNIDAD Y SU RELACIÒN CON LA TECNOLOGÌA
La tecnología, a diferencia de ese mundo pétreo, tiene la ventaja, como lo han señalado algunos autores, de constituir al hombre en creador de un nuevo mundo, del mundo en que se mueve, de facilitarle por lo tanto su comprensión, por ser èl mismo el que lo construye, y de mostrarle hacia delante perspectivas inacabables de nuevas creaciones con la esperanza de ser algún día feliz. Como èl es ahora dueño del universo que va inventando, desaparece toda angustia por penetrar un mundo que él no ha hecho, como ocurría antes de la era tecnológica. (Roa, 1995: 53)

VI.II HOMBRE TECNOLÒGICO: ¿TE IDENTIFICAS?
El hombre tecnológico no está preocupado en el pensar en sí, sino en el hacer. En este hacer ha llegado nada menos que a encontrarse con lo más básico de su constitución biológica, su genoma, lo que le hace creer, con una mezcla de alborozo y miedo, que puede trasmutarse a sí mismo, convertirse en algo muy vecino a la perfección, cosa a la cual ni lo llevaba, por cierto, según a él le parece, la definición venida de ese viejo mundo ontológico que lo situaba en la jerarquía de los seres, sólo como “animal racional”. (Roa, 1995: 54)



VII. SEXO: Preferencias sexuales y sexo en la posmodernidad
Siendo el placer sexual lo que, en medio de una atmósfera nihilista, le da cierta consistencia y atractivo a la vida dentro de su brevedad antes de que se hunda en la nada, privar a alguien de él resulta una discriminación suma, igual o peor quizás que la discriminación de razas; por eso, propio de algo posmoderno es dar igualdad de derechos a homosexuales y lesbianas para contraer matrimonio si eso les apetece y aun más para adoptar hijos, si ello les colma lo placentero de la vida. Similares derechos deben tener los travestistas y cuantos desean acomodar su sexo a la satisfacción completa de sus aspiraciones. De ahí la necesidad de no considerar trastorno patológico a la homosexualidad, de ver en su antigua ubicación entre las anormalidades un mero prejuicio sociológico, pues, vista la relación homosexual como un puro placer, no hay mayor diferencia con la heterosexual, que también es mirada como un puro placer. Hay una ordenación al placer que es reflejada.
A propósito del placer como delimitador de una auténtica realidad, es útil recordar que es visto por el posmodernismo como un fin no exigido de mayor explicación, pues cualquiera lo vive de inmediato y es su testigo. Se trata pues de un hedonismo que no tiene mucha similitud con el de edades anteriores; este hedonismo posmoderno propicia la venta libre de drogas, argumentando que no hay motivos para privar de un placer y aún más, que es la prohibición la originante de consumos excesivos perniciosos, pues toda prohibición provoca atracción desmedida sobre lo prohibido. (Roa, 1995: 57)



VIII. PASO DE LA MODERNIDAD A LA POSMODERNIDAD: angustia y ansiedad en el individuo posmoderno
Se ha dado una desaparición de la angustia en el hombre posmoderno y la presencia invasora, en cambio, de ansiedad.
No se trata de un problema de interés exclusivamente médico; importa a todo el que quiera comprender el momento histórico, pues toca algo céntrico del ser humano.
La angustia le es consubstantiva al hombre y lo ha acompañado vivamente a o largo de la historia; en algunos momentos adquiere un aire sagrado, rompiendo el curso de los tiempos, como en el Huerto de los Olivos cuando en el rostro de Cristo brotan gotas de sangre y el alma se le angustia hasta la muerte. La angustia marca ahí uno de los aconteceres máximos de la congoja humana. Ese hecho nos ahorra enumerar los múltiples testimonios de situaciones angustiosas, a veces iluminadoras, a veces enceguecedoras, ocurridas a todos los hombres y en todas las épocas de las que dan testimonio la literatura y la historia, situaciones que han sido siempre decisivas para abrirle una senda al destino.
Angustia y ansiedad son fenómenos casi similares pero muestran ciertas diferencias curiosas, que hacen que una u otra traduzcan mejor lo íntimo del ser humano en acuerdo a la manera como las tendencias culturales de cada época hacen sensible al hombre a los variados acaeceres que debe enfrentar.
En la posmodernidad se hace más notoria la ansiedad, reconociendo nuevamente que angustia y ansiedad se diferencian apenas por matices, pero que marcan profundas diferencias.
La angustia es un sentimiento connatural al hombre. Le acompaña en los más variados momentos de prosperidad o fracaso, de salud o enfermedad, y se caracteriza por un estado de inquietud íntima, de zozobra, alerta, expectación, impotencia, de no ser a ratos dueños del gobierno de sí mismos ni de las cosas, de depender en parte del destino. La angustia viene cuando se es embargado por algo irremediable que ha sucedido o puede suceder. En tal sentido, la angustia nos testimonia, más allá de todas las teorías filosóficas, la individualidad real y autónoma de los demás seres, y la consistencia tangible de nuestra propia individualidad.
La angustia obliga también a tomar conciencia de la temporalidad.
Frente a cualquier actividad importante en la vida diaria, la angustia apremia al yo a no distraerse, a no perder el tiempo, a actuar con responsabilidad. Si el éxito o el fracaso no angustiasen, lo probable es que el grado de exigencia que la persona se hace a sí misma se vea gobernado por la laxitud y se pierda la posibilidad de dar lo mejor.
Es la angustia, con su clara visión de nuestra finitud temporal, lo que nos incita a darle existencia explícita de la mejor manera a todo aquello de que somos capaces en el curso de la vida según las posibilidades propias de cada edad y momento, pues lo nuestro posible de realizar y sin embargo no realizado quedará, por negligencia, para siempre en la nada, y lo que ahora ya será imposible, pero cuya posibilidad estuvo a mano, angustia en extremo.
La angustia se hace notoria ante las pérdidas, los acrecentamientos reales, o meras posibilidades perdidas o ganadas, da consistencia al ser individual, a las otras individualidades y a todo lo existente en general; en tal sentido la angustia es el origen más remoto de las vivencias del yo, tú, nosotros. Incluso en cuanto surge ante la expectativa de que uno de esos seres esté presente o ausente, hace patente al amor, pues no cabría angustia ante la posible desaparición de algo o alguien que no importa nada, que no despierta el menor interés.
Lo supuestamente amado, y que sin embargo es incapaz de despertar angustia alguna al dejar de ser, pondría a la vista que tal amor nunca se dio.
El lado negativo de la angustia se presenta cuando ésta se torna patológica. Cuando en vez de acrecentar la existencia la ensombrece, llenándola de temores vanos y estériles, como en la neurosis de ansiedad y las obsesivas, o bien, inundándola de repente con una sensación intensa de desagrado e impotencia que expresa en vivencias y conductas peculiares, como ocurre en los cuadros depresivos, en la esquizofrenia, etc.
Heiddeger sostiene que la angustia, al ponernos a la vista que en lo más recóndito de nuestro ser anida la muerte, y por lo tanto que nuestra duración tiene un plazo a aprovechar, es la que nos aparta de manera radical de aquello que nos pierde en el mundo y nos sumerge en una inautenticidad a espaldas de nosotros mismos, como lo prueba el hecho de pasárselo el hombre entregado a vanas habladurías, a estar pendiente de copiar lo que se dice y lo que se hace, a satisfacer su insaciable afán de novedades, de modo que puede llegar al final de su duración sin advertir que olvidó realizar, nada menos, aquello que su ser más profundo le pedía.
Heiddeger es tal vez el último de los modernos y el que anuncia con más claridad la disolución del hombre, lo posmoderno.
La posmodernidad no cree en esta división sujeto-objeto porque ya no concibe la realidad con una estructura íntima recia, maciza, que va gradualmente haciéndose a sí misma y mostrándose a lo largo de las épocas históricas, sino que sólo concibe cuanto ocurre como una serie de eventos, cada uno de los cuales, cumplido su papel, da lugar al próximo.
Según los posmodernos, lo que creemos ver del mundo es una sucesión de escenarios mostrados por la tecnología y que van quedando rápidamente obsoletos en la medida que el progreso incesante de la técnica acostumbra la mirada a esperar siempre lo que sigue, con la certeza de que será más seductor y que su entretención, aunque fugaz, durará tanto como la técnica tarde en fabricar algo distinto y todavía más fascinante.
En la Posmodernidad lo que queda atrás no tiene valor histórico, no es el proceso que activamente va concibiendo lo nuevo, en el rico sentido que siempre le dimos a tal palabra, sino que es algo viejo, desechable. En ningún caso es ya un pasado vivo del cual sigamos dependiendo, como sí lo era en el anterior concepto moderno de la historia.
Nuestro paso por el mundo es así ir participando en una serie de eventos que se suceden unos a otros a lo largo del tiempo, que pueden ser entretenidos, displacenteros o absurdos, que sólo tienen la delgadez de lo que su nombre dice: son un simple evento, pero cuyo atractivo, propio de los eventos, uno de ninguna manera se querría perder.
Se comprende que este insólito modo de percibir el transcurso del tiempo, despojado ahora de su dimensión hacia adentro, haga, por decirlo así, innecesaria la angustia en el sentido que le hemos venido dando, pues ya no hay nada que sea por naturaleza única e irrepetible y, en consecuencia, digno de ser añorado y vivido. Por el contrario, lo que desaparece en una era tecnológica está bien que desaparezca para abrir espacio a lo siguiente, que desde el punto de vista de los afanes cotidianos siempre será mejor, pues la técnica, además de aliviarnos el trabajo, nos crea nuevas expectativas de dominio y gozo. El sentimiento que surge entonces en el hombre es la ansiedad.
La ansiedad normal es un desasosiego íntimo ante la necesidad de desprenderse rápidamente de la situación en la que se está, o bien, el deseo vehemente de alcanzar algo. Así, el hombre actúa en su vida diaria apresurado por terminar lo de ese momento para emprender lo que siga. A ello se agrega- porque en un mundo de eventos la imagen social que se muestra es decisiva- el ansia por viajar, por tener automóvil último modelo, casa en la ciudad y en lugares de agrado, honores y cargos de figuración, estar en continuada vigencia; en suma, el momento presente se desea despachar pronto para posesionarse del siguiente ya sea por deber o por novedad, sin que haya verdadero gozo en retener por un tiempo suficiente el instante que se vive.
Tanto angustia como ansiedad son estados de zozobra frente a un peligro posible pero incierto. La diferencia es que la angustia se aloja en los estratos corporales, presentándose, por ejemplo, como constricción pectoral, taquicardia, etc. y la ansiedad se evidencìa, en cambio, más en lo psíquico, como un sentimiento. (Roa, 1995: 63)

VIII.I REFLEJO DEL CAMBIO ANGUSTIA-ANSIEDAD EN LA POSMODERNIDAD
El hecho de que se muestre una casi desaparición de un sentimiento tan humano como la angustia y se de un casi imperceptible reemplazo por el sentimiento de ansiedad es muy significativo, pues mientras el primero arranca de raíz lo que en el lenguaje clásico se ha llamado principio de individuación, el segundo solo atañe a la vivida fugacidad del tiempo, y al existir preocupado- y a veces desesperado- por encontrarse siempre listo para no perderse al acontecer que se avecina y así sucesivamente a lo largo de la vida. El posmoderno no busca que el acontecer próximo tenga especial trascendencia, sino que simplemente sea distinto del ahora. Cuando lo nuevo y distinto aburre, entonces se asoma otra vez la ansiedad por participar en lo que sigue.
Mientras dure lo posmoderno, no se pensará que todo verdadero cambio histórico en busca de mayor felicidad depende de una revolución en el interior del hombre, son su consecuencia en el modo de percibir y actuar sobre la realidad, son “más sencillamente” en perseverar en el descubrimiento de nuevas tecnologías, nuevas riquezas materiales, que permitan una existencia cada vez más cómoda, más libre de riesgos, más fácilmente predecible, aunque sea mediante goces cada vez más superficiales, más pasajeros, más exigidos de estar cambiando y sucediéndose unos a otros, y sobre todo, de estar constantemente adviniendo sin admitir esperas prolongadas, pues en tal caso surgiría de inmediato la ansiedad ante lo insoportable del aburrimiento. (Roa, 1995: 79)



IX. CUESTIONAMIENTOS QUE SURGEN: Ante la definición de la época Posmoderna
Es imposible predecir si estos tiempos posmodernos, venidos de los extraordinarios avances de la tecnología que le han dado súbitamente al hombre la sensación de tener en sus manos un poder inimaginable, de ser casi un dios sin necesidad de agobiarse con inacabables reflexiones metafísicas o epistemológicas que nunca llegan a tierra firme, pueden prolongarse por siglos o ser efímeros. Como toda época histórica, tales tiempos son sólo una pregunta al destino del hombre. Diera, sin embargo, la impresión que ese constante estar a la caza de eventos nuevos, agotara por fin y no condujera a una verdadera paz de alma. No deja de ser inquietante, a su vez, para una perduración de esta nueva época, el que a familia, institución básica en que e ha fundamentado la historia de Occidente, y quizás si toda la historia, esté en franco quebranto y que la necesidad de acudir a la drogadicción para liberarse de la supuesta ventura de los actuales tiempos sea cada vez más perentoria y amenace los cimientos mismos de lo humano. ¿Podrá, además, perdurar una época vuelta exclusivamente hacia fuera, que deja de lado mirar también hacia el mundo interior del hombre, un mundo cuya existencia lo diferencia radicalmente del animal? La respuesta es difícil, pues toda época es un intento de acercarse a resolver el misterio del hombre, y como ello no se consigue, surgen desde lo profundo nuevos intentos; la actual es otra posible respuesta pero su éxito es en definitiva una incógnita. (Roa, 1995: 80)



X. CONCLUSIONES
La metáfora más socorrida para expresar emociones de apatía e indiferencia, es, sin duda, el hielo. Cuando todo nos da igual y nada hay que nos revuelva, de asco o de amor, las entrañas, se dice que somos fríos. Una espesa bruma gélida cubre la vida afectiva, desdibujando el perfil de la geografía del alma como la niebla el contorno de la nave en altamar, cuando nada nos importa. A veces, la indiferencia se siente trágicamente, como embestida de tedio, que destierra al entusiasmo y hace imposible que el pecho se estremezca con lo nuevo. Una indiferencia así, que no sabe y no contesta y se ríe a carcajadas cuando se habla de valores- políticos, filosóficos, estéticos o morales- es superficial y frívola. Esa es la indiferencia que distingue a la posmodernidad.

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